Sunday, March 29, 2009

Microfuck

Miroslav Klose

Berlín oriental, mediados de los años ochenta. La que, si fuera el siglo pasado y si estuviera en las latitudes de sus abuelos, sería llamada condesa Kowalski, se desmaquilla mirando sin pestañear al espejo de su departamento de una pieza en el barrio de Lichtenberg. Lo hace con una precisión y esmero encomiables, permitiendo que lo que se adhiere a cada almohadilla se disuelva por completo en un tarrito pequeño que ha llenado con alcohol.
Una vez que su cara está tersa y libre de pintura, la condesa se echa a llorar. Llora desconsoladamente, aferrada a la almohada que ha heredado de su abuelo, el noble. Todos dirían que la condesa llora por el invierno, por su descascarado departamento en un edificio a punto de desplomarse. Pero ella sabe que no es así y que cada vez que se desmaquilla, más allá de su departamento y la estación y la gélida ciudad, le hubiese gustado tanto que le descalcen unos coquetos tacones rojos, que guarda, celosa, en una bolsa de tela de su armario de madera